Arquidiócesis de Yucatán
Comisión de Animación Misionera
Calle 57 # 585 X 74 – A Centro
Tel. 923 73 67 y 986 00 79
http://animacionmisioneraedamyuc.blogspot.mx/
“Sta. Teresita y San Francisco Xavier ejemplos de Santificación en Comunidad”.
REFLEXIÓN PARA EQUIPOS PARROQUIALES
“La Espiritualidad Misionera y
la necesidad de ser luz y fermento de la comunidad a ejemplo de Santidad de los
Patronos de las Misiones”
(# 2 del Núcleo “Pérdida del Sentido Comunitario” del Diagnóstico
Diocesano).
Confrontar el ambiente de excesivo
interés por la comodidad, el lujo y el bien individual, con el proyecto
eclesial del Evangelio, de manera que viva su camino de conversión.
-<>. Aparecida # 169.
-<> Aparecida # 171.
Nota: Organizar un equipo de animadores que desarrollen el tema.
Tomar en cuenta la participación de los
asistentes.
Ambientación:
Para crear ambiente al inicio de la celebración se expone un mural donde
se haga manifiesta la realidad de nuestro mundo, especialmente de los ancianos
más necesitados.
Canto:
(Un canto misionero,
del CD CONAMI 2005)
Oración: (invocación al
Espíritu Santo)
Incio:
Bienvenida: El animador da la
bienvenida:
En este mes de
noviembre dedicamos
este día a la oración por la Santidad, en especial la de los que han dado la
vida por anunciar el Evangelio.
Reflexión:
Tomemos la Santidad como una meta de vida… “Sta. Teresita y San
Francisco Xavier como ejemplos de Santificación en Comunidad”.
Reflexionemos con la Santidad Espiritual de Santa Teresa del Niño
Jesús.
En los escritos de Santa Teresa del Niño Jesús encontramos ejemplos de Santidad:
«Siempre he sentido el deseo -escribe Teresa- de
llegar a ser santa. Pero, ¡ay!, cuando me comparo con los santos, veo que entre
ellos y yo existe la misma diferencia que hay entre las altas montañas cuya
cima está más allá de las nubes y el grano de arena pisoteado por los
transeúntes. En lugar de desalentarme pienso: Dios nuestro Señor no inspira
deseos irrealizables.»
«Entonces pensé: Dios nuestro Señor no inspira
deseos irrealizables; puedo, por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la
santidad. ¿Qué hacer? Crecer me es imposible; debo resignarme a ser tal cual
soy, con mis innumerables imperfecciones, pero quiero encontrar el medio de ir
al cielo, por un camino muy recto, muy corto, un camino enteramente nuevo.
Estamos en el siglo de los inventos; ya no hay que tomarse el trabajo de subir
los peldaños de una escalera: un ascensor los reemplaza con ventaja. ¡Yo
quisiera encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús!, pues soy demasiado
pequeña para subir la empinada cuesta de la perfección.»
¡Cuántas almas piensan esto mismo, pero se quedan
desalentadas al pie de la escalera!
«Entonces abrí la Escritura Sagrada, esperando
encontrar en ella la solución que necesitaba; y leí estas palabras de la
Sabiduría: Si alguno es muy pequeño, que venga a Mí (Prov. 9, 4 y 16). Me
acerqué, pues, a Él, presintiendo que había descubierto lo que buscaba.
Deseando saber qué hará el Señor con el alma pequeña que a Él se acerque, me
encontré con estas consoladoras palabras: Como una madre acaricia a su hijo,
así yo os consolaré, os llevaré en mi regazo y os meceré sobre mis rodillas
(Is. 66, 13). ¡Ah, jamás he escuchado palabras tan tiernas y conmovedoras!
¡Vuestros brazos, oh Jesús, son el ascensor que debe llevarme al Cielo! Para
esto no tengo necesidad de crecer; al contrario, he de procurar ser más pequeña
cada día!»
En verdad, la obra de la santidad no se lleva a
cabo sino bajo la influencia del Espíritu Santo, que es quien mueve al alma,
quien la lleva, quien la levanta hasta la perfección de la caridad, hasta la
santidad.
¿Cómo corresponder a esta obra? ¡Humildad y
confianza! Si alguno es pequeño, que venga a Mí. «Ser pequeño», es decir,
conocer y amar la propia impotencia y «buscarle a Él», al Amor infinito; ése es
el ascensor divino. Y entonces no somos nosotros quienes subimos: es Él quien
nos eleva, y al alma sólo le toca dejarle hacer, seguir su movimiento
ascendente. Él nos elevará por encima de nosotros mismos, de nuestros defectos,
y poco a poco nos librará de nuestro «yo» egoísta. ¡Esta es su obra esencial,
obra divina, para cuya realización sólo pide al alma un gran deseo acompañado
de una confianza total en sí misma y de una confianza sin límites en Él, en su
amor gratuito y omnipotente! ¡Humildad, confianza!
Este es el meollo de la santidad, de la
espiritualidad de Teresa; como punto de partida, el deseo de amar a Dios sin
medida; humildad, si alguno es muy pequeño, y confianza, que venga a Mí.
Entonces el alma se entrega y sube al ascensor divino: Movidos por el Espíritu
Santo.
Pero ¿y la corrección de los defectos?, ¿y la
adquisición de las virtudes?, ¿y la cooperación humana en el trabajo de la
perfección? En la mente de Teresa todo está compendiado en esta sencilla
fórmula: entregarse a Dios con humildad y confianza. La sinceridad debe caracterizar al alma que se
entrega enteramente al Amor Misericordioso, sin tener en cuenta sus defectos y
miserias.
Creer en el Amor; recalquemos una vez más la
extraordinaria importancia de la fe en el Amor Misericordioso. Evidentemente,
el alma ha de cooperar con su trabajo, con sus propios esfuerzos…, pero en esta
labor no tanto se mira a sí misma cuanto a Dios; no tanto trabaja cuanto se
entrega a la acción de Dios, en quien deposita toda su confianza. «Spiritu Dei aguntur»… No se ha de olvidar que Dios es
el primer agente de la santidad. El alma que se siente amada de Dios conoce
experimentalmente esta verdad palpando la acción divina en su propio trabajo.
De ahí su confianza y su fortaleza, que la mueve a obrar con humildad, con
suavidad, con paz; sin agitación, sin impaciencia, sin inquietud, sin
apresuramiento y, por encima de todo, sin desaliento.
¡Entrega! ¡Dejarse hacer! ¡Renuncia! Ahí está la
santidad. Porque «la santidad no consiste en tal o cual práctica; consiste en
una disposición del corazón que nos mantiene humildes y pequeños en los brazos
de Dios, conscientes de nuestra debilidad, y plenamente confiados en su bondad
de Padre». ¡Pero qué pocas almas viven en esta disposición!… «Hemos de
resignamos a permanecer siempre pobres y débiles, y esto es lo difícil; amemos
nuestra pequeñez, nuestra impotencia; entonces seremos pobres de espíritu, y
Jesús bajará hasta nosotros y nos transformará en incendio de amor.» Todo
ayuda, pues, al alma a unirse con Dios, que es el Único necesario.
A este estado invita Teresa a las almas pequeñas;
al estado de los hijos de Dios, que se dejan atraer, que se dejan llevar por el
espíritu de Jesús, es decir, por el Espíritu de Amor.
Esto es puro Evangelio. ¡Hagámonos niños!
Esto es puro Evangelio. ¡Hagámonos niños!
Parte del
capítulo “Santa Teresa y el Espíritu Santo”,
del “Retiro con Santa Teresa del Niño Jesús” por Padre Liagre
del “Retiro con Santa Teresa del Niño Jesús” por Padre Liagre
Lectura bíblica: Carta
de Santiago 2. 14-20, 24, 6
14 Hermanos, si uno dice que tiene fe, pero
no viene con obras, ¿de qué le sirve? ¿Acaso lo salvará esa fe?
15 Si un hermano o una hermana no tienen con
qué vestirse ni qué comer,
16 y
ustedes les dicen: «Que les vaya bien, caliéntense y aliméntense», sin darles
lo necesario para el cuerpo, ¿de qué les sirve eso?
17 Lo
mismo ocurre con la fe: si no produce obras, es que está muerta.
18 Y
sería fácil decirle a uno: «Tú tienes fe, pero yo tengo obras. Muéstrame tu fe
sin obras, y yo te mostraré mi fe a través de las obras.
19 ¿Tú
crees que hay un solo Dios? Pues muy bien, pero eso lo creen también los
demonios y tiemblan».
20
¿Será necesario demostrarte, si no lo sabes todavía, que la fe sin obras no
tiene sentido?
24
Entiendan, pues, que uno llega a ser justo a través de las obras y no sólo por
la fe.
26
Porque así como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe que no
produce obras está muerta.
Palabra de Dios…
-Por lo que la fe también
tiene que ser acompañada por las obras; ahora
analicemos la Santidad desde la perspectiva de San Francisco Javier:
“La
Espiritualidad Misionera y la necesidad
de ser luz y fermento de la
comunidad a ejemplo de Santidad de los Patronos de las Misiones”
"San Francisco
Javier, testigo y maestro de la misión"
San
Francisco Javier, la Iglesia lo
ha propuesto junto con Santa Teresa del Niño Jesús, como intercesores de la
acción misionera de la Iglesia.
La Vida de
San Francisco Javier es una de las aventuras misioneras más atrayentes de todos
los tiempos. Francisco Javier tuvo un corazón eminentemente misionero: su amor
absoluto a Dios y su celo evangelizador hacen de él un apóstol extraordinario,
un verdadero "testigo y maestro de la misión".
Testigo...
El testimonio
de Javier aparece escrito, tal y como él mismo lo sintió al escribir a sus
compañeros de París: "Muchas veces me mueven
pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que
tiene perdido el juicio, y principalmente a la Universidad de París, diciendo en la Soborna a los que tienen más letras que voluntad para disponerse a fructificar con ellas: cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia
de ellos...". Estas palabras reflejan el ímpetu apostólico de
Javier y su celo evangelizador, de ahí sus llamadas incesantes y su insistencia
en la responsabilidad misionera.
... y Maestro
Su figura, su
gran personalidad y su profunda espiritualidad, hacen de San Francisco Javier
"un testigo y maestro de la misión". La mística de su espiritualidad misionera es
muy sencilla: Trabajar incansablemente por las almas, darse generosamente a
ellas conjugando maravillosamente la desconfianza en su nada, con la prodigiosa
confianza en el poder de Dios. Considero que su testimonio nos debe animar hoy
a vivir la misión con un impulso nuevo y renovado.
La misión
Es urgente,
al estilo de Francisco Javier, llevar adelante la misión de Cristo de predicar
el Evangelio a todos los hombres (cf. Mt 28, 19-20), que nos lleva al
conocimiento de la verdad, convirtiendo nuestro corazón a la justicia, al amor
de Dios Padre. Esta ha de ser una preocupación insoslayable de toda la
comunidad cristiana.
El Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, nos
recordaba que la Misión Ad Gentes es aquella "a la cual se dirige la
actividad misionera de la Iglesia: pueblos, grupos humanos, contextos
socioculturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos". Esta realidad del mundo reclama una actuación
particular en la formación de cada bautizado para que sienta el compromiso de
la misión universal.
Entender la
misión de la Iglesia con respecto a la del mundo de forma integral. La misión
de la Iglesia, aunque es espiritual, implica también la promoción humana
incluso en el campo temporal. El amor que impulsa a la Iglesia a evangelizar y
comunicar la salvación, le hace también promover la liberación integral de todo
lo que impide el desarrollo de las personas.
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceut
Obispo de Cádiz y Ceut
Reflexión:
El
amor es y sigue siendo la fuerza de la misión.
"Ser misioneros significa amar a Dios con todo lo que uno es, hasta
dar incluso, si es necesario, la vida por Él. Ser misioneros es inclinarse,
como el buen Samaritano, sobre las necesidades de todos, especialmente de los más
pobres y necesitados, porque quien ama con el amor de Cristo, no busca el
propio interés, sino únicamente la gloria del Padre y el bien del
prójimo", dice el Papa.
El manantial
La Iglesia
peregrina es misionera por naturaleza, puesto que toma su origen de la misión
del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre, pero este
designio dimana del "amor fontal" de la caridad de Dios Padre”.
Manantial del amor, fundamento de cualquier otro amor, llega hasta nosotros. Es
la obra de Jesús de Nazaret hacer sensible el amor de Dios, de tal manera, que
todos nos sintamos verdaderamente llamados a compartir ese amor. El Papa Benedicto XVI afirmaba que "desde sus orígenes, el pueblo cristiano
percibió con claridad la importancia de comunicar,
a través de una incesante acción misionera, la riqueza de este amor a todos los que todavía no conocían a Cristo".
(Cfr. Discurso a los participantes en un Congreso sobre el Decreto "Ad
gentes", Roma, 11 de marzo de 2006). Esta es la esencia de la misión.
Y
por la acción misionera de la Iglesia en
todo el mundo, que consciente, de que el amor fraterno que el Señor pide, encuentra su manantial en el amor paterno de
Dios. Si no nace de un profundo acto de
amor divino, corre el riesgo de reducirse a una mera actividad filantrópica y
social".
"La misión evangelizadora de la Iglesia es esencialmente el anuncio
de la misericordia y fidelidad de Dios, revelados a los hombres mediante la
vida, muerte y resurrección de Jesucristo, icono de la misericordia y fidelidad
de Dios. Ése es el camino, la verdad y la vida del auténtico amor, su
definición.
Y ahí es donde bebe el cristiano para encontrar la orientación y el
sentido de su vivir y de su amar".
Desde la radical confianza en el Señor, le pedimos que no falte a los
misioneros el celo por llevar el
Evangelio
a las personas a las que Dios les envía y a nosotros nos conceda el amor para
cooperar con ellos.
En la más genuina tradición bíblica, la hospitalidad hacia el forastero,
el peregrino, etc., responde a las exigencias de un amor universal y
desinteresado hacia los semejantes. Es el paradigma de un amor que, como el de
Dios, acoge a todos los seres humanos.
Jesús nos revela que acoger al necesitado es acogerle a él, y que, por
tanto, las obras de caridad no sólo están orientadas hacia la mera ayuda o la
solidaridad con los demás, sino que en la caridad hacia los demás se expresa el
amor de Dios.
Estar en estado de misión es estar dispuestos a "darle cara" a
Dios-Amor, a la misericordia de Dios, a encarnarla, testimoniarla y anunciarla.
-Canto
misionero: (Un canto misionero, del CD CONAMI 2005)
Acción misionera en nuestra diócesis
Esta acción
misionera, desde el amor de nuestras diócesis, la expresa,
continuando en la misión, con la presencia de muchos misioneros,
religiosos, religiosa y seglar, en los países
de misión donde el Señor quiera.
Fomentemos y
animemos el espíritu misionero desde las familias, comunidades cristianas, los
centros docentes y los movimientos eclesiales, las parroquias, los Centros Pastorales,
las Pequeñas comunidades hacia los enfermos, ancianos, el vecino y los más
necesitados, así impulsar las vocaciones misioneras.
Oración: Preces
Oremos, hermanos, a Dios Padre Todopoderoso, por Jesucristo, el Señor,
que se entregó a sí mismo para la redención de todos.
R/ Oh, Señor, escucha y ten piedad.
Oremos, por la Iglesia, para que el
Señor la purifique con su sangre, le dé la unidad, y sea así, ante los pueblos,
fiel reflejo del amor del Padre.
R/ Oh, Señor, escucha y ten piedad.
Oremos, por el Papa, los obispos,
sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas; para que con su palabra y
testimonio de vida sean portadores del amor de Dios y de la esperanza cristiana
en todo el mundo. Oremos.
R/ Oh, Señor, escucha y ten piedad.
Oremos,
por todos los pueblos, especialmente los pueblos del Tercer Mundo, víctimas del
hambre, la guerra, la falta de justicia y libertad; para que promuevan la paz y
el progreso.
Oremos, por todos lo que se sacrifican en favor de los demás y en el
anuncio del Evangelio, especialmente los misioneros y misioneras.
R/ Oh, Señor, escucha y ten piedad.
Oremos,
por todos los cristianos en sus distintas vocaciones, para que mantengamos vivo
el espíritu misionero y nos sintamos enviados a anunciar la Buena Noticia a los
demás.
R/ Oh, Señor, escucha y ten piedad.
Oremos,
por las vocaciones misioneras: para que surjan jóvenes generosos, dispuestos a
dejarlo todo para anunciar a Jesucristo entre quienes lo ignoran, especialmente
en los países del Tercer Mundo.
R/ Oh, Señor, escucha y ten piedad.
Oremos, por todos los que no conocen a
Jesucristo y su Buena Noticia: para que el Señor ilumine sus inteligencias y
abra sus corazones para acoger la fe.
R/ Oh, Señor, escucha y ten piedad.
Atiende, Padre bueno, estos deseos que te manifestamos. Haz que se hagan
realidad, no por nuestros méritos, sino por tu amor y misericordia.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Compromiso
misionero:
Hoy
hemos pedido que el Señor nos conceda, desde una actitud humilde a imitación de
“Nuestra Madre la Santísima Virgen María, Sta. Teresita y San Francisco Javier ejemplos de Santificación en Comunidad”, el don de la conversión, para que nos
ayude a ser portadores del amor de Dios a los hombres. Sabemos que la misión nace de la experiencia
del amor que Dios tiene por cada persona, todos cuantos acogen este amor se convierten a su vez en testigos.
El
amor de Dios que da vida al mundo es el amor que nos ha sido dado en Jesús, el
único misionero, el icono perfecto de la misericordia del Padre celestial:
Él entrega su vida por la unidad de todos los hijos de Dios que estaban dispersos
(cf Jn 11,52); Él, como Buen Pastor, conoce
a sus ovejas, las llama, las conduce, las defiende, busca las perdidas y ofrece
su vida por ellas (cf Jn 10).
Todos nosotros estamos llamados a ser memoria viviente de la manera de
ser y actuar de Jesús, con su sensibilidad hecha de atención, ternura,
compasión, acogida, disponibilidad e interés por los problemas de la gente. Pidamos al Señor que seamos capaces de manifestar
su amor a través de nuestras obras. Hay
muchas personas mayores, niños, a nuestro alrededor que sufren la enfermedad,
la soledad, el abandono, la pobreza, etc., que necesitan concebir en su corazón
la ilusión y la esperanza que sólo el amor puede dar; seguro que nosotros
podemos hacerlo de algún modo.
NOVENA A SANTA TERESITA
Acuérdate, oh poderosa pequeña reina, dulce espejo
de la Misericordiosa Virgen María, acuérdate de la promesa que tu misma
hiciste, de que jamás se te rezaría en vano, y que ninguno de los que te
invocaran sería abandonado de ti. Animado de la más tierna confianza, vengo a
suplicarte que derrames sobre mí y sobre aquellos por los cuales imploro tu
protección, una abundante lluvia de rosas, un torrente de gracias
celestiales. Apresúrate en responder a mi llamado, dígnate bajar al lado
mío, abrásame del divino amor, y escucha mi humilde oración. AMEN.
Oración:
Oh Dios, que dijiste: “Si no cambian y vuelven a
ser como niños, no podrán entrar en el Reino de los Cielos”. Concédenos
seguir tan fielmente a la Bienaventurada Teresa en el camino de la humildad y
de la sencillez del corazón, que alcancemos las alegrías de la vida eterna, por
Cristo Nuestro Señor. AMEN.
SANTA TERESITA DEL NIÑO
JESÚS Ruega por nosotros.
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