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martes, 11 de marzo de 2014

DIDIAM Retiro de cuaresma 2014

Arquidiócesis de Yucatán
Comisión de Animación Misionera
Calle 57 # 585 X 74 – A Centro
Tel. 923 73 67 y 986 00 79                                                                  

 (# 3 del Núcleo “Pérdida del Sentido Comunitario” del Diagnóstico Diocesano).
La capacidad de relación de las personas se ve mermada al inhibirse su disposición a buscar a los demás por el esfuerzo y responsabilidad que esto exige.
“Salgamos a buscar a las 99 ovejas perdidas”. 

-<>. Aparecida #103

Bienvenida:  

BIENVENIDOS a este encuentro con el Señor.  Es tiempo del resto de Israel, de aquellos pocos, pero convencidos de que no hay Dios sino el revelado por Jesús en la Iglesia; al mismo tiempo, se lanza una llamada, no salgamos a buscar a las 99 ovejas perdidas y descuidemos a la que ha quedado en el redil.


Eso no es así.... La situación que vivimos puede asemejarse más a que son más las ovejas que andan fuera del redil que las que se han quedado dentro, ciertamente, pero no podemos salir a anunciar e invitar a acercarse al redil si los de fuera ven que los que estamos dentro estamos hambrientos, sedientos y descuidados.  El movimiento es doble: ir a los de fuera sin descuidar a los de dentro...

Canto: (Tiempo Cuaresmal)
Oración: (Se puede hacer en dos coros)
Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo, llevaste la alegría a Juan el Bautista, haciéndolo exultar en el seno de su madre. Tú, estremecida de gozo, cantaste las maravillas del Señor. Tú, que estuviste plantada ante la cruz  con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vidaque vence a la muerte. Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que ella nunca se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya.
(Se puede hacer la invocación al Espíritu Santo).
Introducción:
Con el miércoles de Ceniza la comunidad católica ha iniciado la Cuaresma; de esta manera, durante estos 40 días de preparación para la Pascua que culminarán el Domingo de Ramos, se invita al ayuno y la abstinencia.

La Cuaresma se extiende hasta la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, en el Domingo de Ramos, que a su vez marca el inicio de la Semana Santa, por lo que se exhorta a vivir este período en el que se pide reforzar la reflexión espiritual.

Desarrollo:

En este encuentro reflexionaremos en dos momentos: 

LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “EVANGELII GAUDIUM”  DEL SANTO PADRE FRANCISCO http://www.vatican.va/holy_father/francesco/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium_sp.html

Capitulo Primero:   La transformación Misionera de la Iglesia. (Sintesis)

Nota: Para ello podemos dividir a los asistentes en equipos de trabajo tomando en cuenta la cantidad de asistentes al encuentro.

En un primer momento se pueden numerar del 1 al 5 y hacer 5 equipos y cada uno reflexione un tema.

En el segundo momento se forman equipos los cuales estarán integrados por 5 integrantes uno de cada número (del 1 al 5), de manera que cada integrante reflexionó un tema diferente, lo cual compartirán en el segundo momento.

Se le entrega un tema a cada equipo, se les da 30 minutos,  después de leerlo y reflexionarlo, comparten  sus conclusiones.



PRIMER MOMENTO:

1° Reflexión:
1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.

El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.   Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente.   Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida.    Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.
Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso.   No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor».
<…> Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo.
Te necesito,  rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!  Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia.   Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete.   Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez.   Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable.   Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!

En el Antiguo Testamento y en el Evangelio,  deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo e invita insistentemente a la alegría: ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?

2° Reflexión:
1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.

I. Alegría que se renueva y se comunica
<…> Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras.   Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar.   Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura.   Mañana tras mañana se renuevan.   ¡Grande es su fidelidad! […]   Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,17.21-23.26).
<…> Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad.   Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?

 El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14); « ¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» (1 Co 9,16).
La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás».   Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros.   Eso es en definitiva la misión»
Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Cristo es el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Hb 13,8). Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad. Jesús es «el primero y el más grande evangelizador»

Dios, quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que «Él nos amó primero» (1 Jn 4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1 Co 3,7).  Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo.   Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19)

3° Reflexión:
1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.

En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, «animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna».   También se incluyen en este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.  Pero no debemos olvidar que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado.  Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción»
Juan Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio» a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia». La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» y «la causa misionera debe ser la primera»<…> Los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos» y que hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera».   Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7).
«No temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10). «Una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo» (Ap 14,6).



44° Reflexión:
1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.

La transformación misionera de la iglesia
La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20). En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra.
Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.  La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera.  La vive Jesús, que se estremece de gozo en el Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los pobres y pequeñitos (cf. Lc 10,21). La sienten llenos de admiración los primeros que se convierten al escuchar predicar a los Apóstoles «cada uno en su propia lengua» (Hch 2,6) en Pentecostés. Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto.
La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia.

Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una «simple administración». Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un «estado permanente de misión».  Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera.
La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.
La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero.
Las demás instituciones eclesiales, comunidades de base y pequeñas comunidades, movimientos y otras formas de asociación, son una riqueza de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores. Muchas veces aportan un nuevo fervor evangelizador y una capacidad de diálogo con el mundo que renuevan a la Iglesia. Pero es muy sano que no pierdan el contacto con esa realidad tan rica de la parroquia del lugar, y que se integren gustosamente en la pastoral orgánica de la Iglesia particular. Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización.  Su alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Procura estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado. En orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma.

5° Reflexión:

1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.

II. Pastoral en conversión (2)

Todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas con la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más directamente el corazón del Evangelio. En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado.  Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu: «La principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se manifiesta en la fe que obra por el amor».  Lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6)  «En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo»  El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos.

La misión que se encarna en los límites humanos.
La Iglesia, que es discípula misionera, necesita crecer en su interpretación de la Palabra revelada y en su comprensión de la verdad.
A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas.
Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace «débil con los débiles […] todo para todos» (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva. Sabe que él mismo tiene que crecer en la comprensión del Evangelio y en el discernimiento de los senderos del Espíritu, y entonces no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino. 

Una madre de corazón abierto

La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre.  De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas.  Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad.  La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles.  la Iglesia, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.   Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones.  La evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida.

SEGUNDO MOMENTO:

Se reorganizan los equipos los cuales estarán integrados por 5 integrantes uno de cada número (del 1 al 5), de manera que cada integrante haya reflexionado  un tema diferente lo cual compartirán en este segundo momento.

Después de haber compartido lo que comentaron en el primer equipo que estuvieron se entregan tarjetitas con las citas Biblias para realizar una Lectio Divina en cada equipo.
 (Pueden escoger las citas de acuerdo al número de equipos formados).

Isaías 12, 1- 6
Isaías 40,1-9
Isaías 49,1-13
Sofonías 3,14-18
Eclesiástico 1-20
Lucas 1,28-33
Lucas 10,1-9
Lucas 10,21-24
Juan 3,1-8
Juan 3,16-21
Juan 15,1-13
Juan 15,14-20
Juan 16,7-15
Juan 16,21-28
Hechos 2,1-8
Hechos  2, 41-47
Hechos  8,4-6
Hechos  13,46-52
Hechos  16,30-40.

Se leen y se reflexionan con los pasos de la Lectio Divina:  

La Lectio Divina es una forma de tener un encuentro con Dios a través de la Sagrada Escritura, y se hace normalmente tomando un pasaje determinado de la Biblia para hacer la oración:
 Paso 1. Leer: ¿Qué dice el texto? En primer lugar, se lee el texto. Al nivel más básico, uno se pregunta: ¿Qué sucede en este pasaje del Evangelio? A veces, conviene usar un comentario bíblico o leer la explicación de la propia Biblia para entender mejor el contexto.
Paso 2. Meditar: ¿Qué me dice Dios a mí en este texto? En este punto, uno ve si hay algo que Dios quiere darle a conocer en este pasaje. Casi siempre uno puede relacionarlo con algún suceso o experiencia de su vida.    Saborear y escuchar uno se queda meditando sobre una idea, una sola palabra o una frase que uno escoge del pasaje leído.
Paso 3. Orar: ¿Qué le quiero decir yo a Dios sobre el texto? Después de meditar en este pasaje, tal vez uno sienta temor por lo que cree que el Señor le pide hacer, pero también uno puede sentirse animado por el ejemplo de la confianza de Jesús.
Paso 4. Actuar: ¿Qué hacer como resultado de la oración? Finalmente, uno actúa. La oración debe movernos a actuar.
Preguntas para reflexionar:
¿Cada cuando me pongo, sin prisas, delante de la presencia de Dios, sintiendo su mirada y viviendo de su mirada?
¿Cómo es, en este momento de mi vida, mi relación con Dios?

¿A dónde y hacia quiénes dirigiré mi mirada, la mirada de Dios, hoy?

(Se pueden escribir los compromisos, para presentarlos como ofrenda en la celebración final).

Cierre:

Cuaresma, un tiempo para confiarnos al sacramento de la Penitencia.


El Sacramento de la Confesión, nos limpia, nos fortalece. En demasiadas ocasiones las excusas pasan por nuestra cabeza y desistimos de la intención de confesar.  Nuestros pensamientos, palabras, mentiras, deudas, odio, rencor... es necesario ver este sacramento como un momento de reconciliación con Dios Padre,  que desde el amor más grande no puede hacer otra cosa más que perdonarnos y empujarnos a mejorar nuestras vidas.  Dios nos espera con los brazos abiertos y hace fiesta cada vez que acudimos a Él con arrepentimiento y con ganas de ser mejores hijos. Él debe ser el centro del acto sacramental. Y la gloria y el amor a Dios han de contar más que nuestros pecados.  Acudamos en esta cuaresma, como preparación para la gran fiesta de la Resurrección a la confesión, en ella nos espera Dios para salvarnos con su amor. En la confesión nos espera el mejor de los médicos, el que sana los corazones y nos impulsa a vivir una vida nueva. La confesión es la fiesta del amor, la bondad y misericordia de Dios.

Celebración: Presentar los compromisos en una pequeña celebración.


Canto: (Tiempo de Cuaresma)

SALMO 32 (31)
Perdonaste mi falta y mi pecado    32:1 De David. Poema.

Acción de gracias por el perdón obtenido

32:2 ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! 
Todos: ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta!

32:3 Mientras me quedé callado, mis huesos se consumían entre continuos lamentos,
R- ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta!


32:4 porque de día y de noche  tu mano pesaba sobre mí; mi savia se secaba por los ardores del verano.
R- ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta!


32:5 Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor".   ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! 
R- ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta!


32:6 Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos. 
R- ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! 


32:7 Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación.
R- ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! 


DESPEDIDA:

Agradecer su presencia e invitarlos a frecuentar el Sacramento de la Confesión y la Eucaristía.  Y a continuar asistiendo a las celebraciones propias de este Tiempo Litúrgico.





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