Arquidiócesis de Yucatán
Comisión de Animación Misionera
Calle 57 # 585 X 74 – A Centro
Tel. 923 73 67 y 986 00 79
(# 3 del Núcleo
“Pérdida del Sentido Comunitario” del Diagnóstico Diocesano).
La capacidad de relación de
las personas se ve mermada al inhibirse su disposición a buscar a los demás por
el esfuerzo y responsabilidad que esto exige.
“Salgamos a buscar a las 99
ovejas perdidas”.
-<>. Aparecida #103
Bienvenida:
BIENVENIDOS
a este encuentro con el Señor. Es tiempo
del resto de Israel, de aquellos pocos, pero convencidos de que no hay Dios
sino el revelado por Jesús en la Iglesia; al mismo tiempo, se lanza una
llamada, no salgamos a buscar a las 99 ovejas perdidas y descuidemos a la que
ha quedado en el redil.
Eso
no es así.... La situación que vivimos puede asemejarse más a que son más las
ovejas que andan fuera del redil que las que se han quedado dentro,
ciertamente, pero no podemos salir a anunciar e invitar a acercarse al redil si
los de fuera ven que los que estamos dentro estamos hambrientos, sedientos y
descuidados. El movimiento es doble: ir
a los de fuera sin descuidar a los de dentro...
Canto: (Tiempo
Cuaresmal)
Oración: (Se puede
hacer en dos coros)
Virgen y Madre
María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la
presencia de Cristo, llevaste la alegría a Juan el Bautista, haciéndolo exultar
en el seno de su madre. Tú, estremecida de gozo, cantaste las maravillas del
Señor. Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable y
recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en
la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un
nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vidaque vence
a la muerte. Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a
todos el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la
escucha y la contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede
por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que ella nunca se
encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva
evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del
servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para
que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia
se prive de su luz.
Madre del Evangelio
viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén.
Aleluya.
(Se puede hacer la
invocación al Espíritu Santo).
Introducción:
Con el miércoles de Ceniza la comunidad católica ha iniciado
la Cuaresma; de esta manera, durante estos 40 días de preparación para la
Pascua que culminarán el Domingo de Ramos, se invita al ayuno y la abstinencia.
La Cuaresma se extiende hasta la entrada triunfal de Jesús a
Jerusalén, en el Domingo de Ramos, que a su vez marca el inicio de la Semana
Santa, por lo que se exhorta a vivir este período en el que se pide reforzar la
reflexión espiritual.
Desarrollo:
En este encuentro reflexionaremos en dos momentos:
LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “EVANGELII GAUDIUM” DEL SANTO PADRE FRANCISCO http://www.vatican.va/holy_father/francesco/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium_sp.html
Capitulo Primero:
La transformación Misionera de la Iglesia. (Sintesis)
Nota: Para ello podemos dividir a los asistentes en equipos
de trabajo tomando en cuenta la cantidad de asistentes al encuentro.
En un primer momento se pueden numerar del 1 al 5 y hacer 5
equipos y cada uno reflexione un tema.
En el segundo momento se forman equipos los cuales estarán
integrados por 5 integrantes uno de cada número (del 1 al 5), de manera que
cada integrante reflexionó un tema diferente, lo cual compartirán en el segundo
momento.
Se
le entrega un tema a cada equipo, se les da 30 minutos, después de leerlo y reflexionarlo, comparten sus conclusiones.
PRIMER MOMENTO:
1° Reflexión:
1. La alegría
del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se
encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado,
de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre
nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles
cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría,
e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.
El
gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo,
es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la
búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando
la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para
los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se
goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el
bien. Los creyentes también corren ese riesgo,
cierto y permanente. Muchos caen en él
y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y
plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el
Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.
Invito
a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar
ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la
decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta
invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada
por el Señor».
<…>
Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de
mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza
contigo.
Te
necesito, rescátame de nuevo, Señor,
acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver
a Él cuando nos hemos perdido! Insisto
una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos
cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces
siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y
otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos
otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a
empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede
devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos
declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos
lanza hacia adelante!
En
el Antiguo Testamento y en el Evangelio,
deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo e invita insistentemente a la
alegría: ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?
2° Reflexión:
1. La alegría del Evangelio llena el corazón y
la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por
Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta
Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una
nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la
marcha de la Iglesia en los próximos años.
I. Alegría
que se renueva y se comunica
<…> Hay cristianos cuya opción parece ser la de
una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo
modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre
permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser
infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a
la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco
hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una
secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me
encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la
memoria, algo que me hace esperar. Que
el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del
Señor» (Lm 3,17.21-23.26).
<…>
Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se
convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de
la autorreferencialidad. Llegamos a ser
plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios
que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más
verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si
alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede
contener el deseo de comunicarlo a otros?
El bien siempre tiende a comunicarse. Toda
experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y
cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad
ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se
desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro
camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces
algunas expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14);
« ¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» (1 Co 9,16).
La
propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida
se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho,
los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y
se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea
evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo
de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad:
que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los
otros. Eso es en definitiva la misión»
Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los
tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad
evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios
que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Cristo es el
«Evangelio eterno» (Ap 14,6),
y es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Hb 13,8). Él siempre puede, con su
novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad. Jesús es «el primero y el más grande
evangelizador»
Dios, quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la
fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios mismo
misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que
Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe
manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que «Él nos amó primero» (1
Jn 4,19) y que «es Dios quien
hace crecer» (1 Co 3,7). Esta convicción nos permite conservar la
alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida
por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo. Jesús
nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce
cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19)
3° Reflexión:
1. La alegría del Evangelio llena el corazón y
la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por
Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación
quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa
evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la
Iglesia en los próximos años.
En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral
ordinaria, «animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones
de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el
día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna». También se incluyen en este ámbito los
fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de
diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral
se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez
mejor y con toda su vida al amor de Dios. Pero
no debemos olvidar que la evangelización está esencialmente conectada
con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o
siempre lo han rechazado. Muchos de
ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en
países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el
Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no
como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría,
señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por
proselitismo sino «por atracción»
Juan
Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener viva la solicitud
por el anuncio» a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la
tarea primordial de la Iglesia». La actividad misionera «representa
aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» y «la causa
misionera debe ser la primera»<…> Los Obispos
latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera
pasiva en nuestros templos» y que hace falta pasar «de una pastoral de mera
conservación a una pastoral decididamente misionera». Esta tarea sigue siendo la fuente de
las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo
pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse» (Lc 15,7).
«No
temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo
el pueblo» (Lc 2,10). «Una Buena Noticia, la eterna, la que él
debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia,
lengua y pueblo» (Ap 14,6).
44° Reflexión:
1. La alegría del Evangelio llena el corazón y
la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por
Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta
Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una
nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la
marcha de la Iglesia en los próximos años.
La transformación misionera de la iglesia
La
evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced que todos los
pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20).
En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los
suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que
la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra.
Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino
que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir
de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que
necesitan la luz del Evangelio. La
alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es
una alegría misionera. La vive Jesús,
que se estremece de gozo en el Espíritu Santo y alaba al Padre porque su
revelación alcanza a los pobres y pequeñitos (cf. Lc 10,21). La sienten llenos de
admiración los primeros que se convierten al escuchar predicar a los Apóstoles
«cada uno en su propia lengua» (Hch 2,6)
en Pentecostés. Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y
está dando fruto.
La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la
belleza de la liturgia.
II. Pastoral en conversión (1)
Espero que todas las comunidades procuren poner los medios
necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera,
que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una «simple
administración». Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un
«estado permanente de misión». Pablo VI
invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se
dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera.
La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral
sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más
misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva
y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida
y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca
a su amistad.
La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito
de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo,
del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través
de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que
sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde
los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío
misionero.
Las demás instituciones eclesiales, comunidades de base y
pequeñas comunidades, movimientos y otras formas de asociación, son una riqueza
de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y
sectores. Muchas veces aportan un nuevo fervor evangelizador y una capacidad de
diálogo con el mundo que renuevan a la Iglesia. Pero es muy sano que no pierdan
el contacto con esa realidad tan rica de la parroquia del lugar, y que se
integren gustosamente en la pastoral orgánica de la Iglesia particular. Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica
bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella
es el sujeto primario de la evangelización. Su alegría de
comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en
otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias
de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Procura
estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado. En
orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y
fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso
decidido de discernimiento, purificación y reforma.
5° Reflexión:
1. La alegría del Evangelio llena el corazón y
la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por
Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta
Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva
etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha
de la Iglesia en los próximos años.
II. Pastoral en
conversión (2)
Todas
las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas con la
misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más
directamente el corazón del Evangelio. En este núcleo fundamental lo que
resplandece es la belleza del
amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. Las obras de amor al prójimo son la
manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu: «La
principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se
manifiesta en la fe que obra por el amor».
Lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6)
«En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella
pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es
peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener
misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo» El Evangelio invita ante todo a responder al
Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros
mismos para buscar el bien de todos.
La
misión que se encarna en los límites humanos.
La Iglesia, que es discípula misionera, necesita crecer en su
interpretación de la Palabra revelada y en su comprensión de la verdad.
A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor
salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus
defectos y caídas.
Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace «débil
con los débiles […] todo para todos» (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se
repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva. Sabe que
él mismo tiene que crecer en la comprensión del Evangelio y en el
discernimiento de los senderos del Espíritu, y entonces no renuncia al bien
posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino.
Una
madre de corazón abierto
La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del
Padre. De ese modo, si alguien quiere
seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará
con la frialdad de unas puertas cerradas.
Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos
pueden integrar la comunidad. La Eucaristía,
si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los
perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles. la Iglesia, es la casa paterna donde hay
lugar para cada uno con su vida a cuestas.
Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a
todos, sin excepciones. La
evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino
a traer. Salgamos, salgamos a
ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Si algo debe inquietarnos santamente y
preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la
fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de
fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida.
SEGUNDO
MOMENTO:
Se reorganizan los equipos los cuales estarán integrados por
5 integrantes uno de cada número (del 1 al 5), de manera que cada integrante haya
reflexionado un tema diferente lo cual
compartirán en este segundo momento.
Después
de haber compartido lo que comentaron en el primer equipo que estuvieron se
entregan tarjetitas con las citas Biblias para realizar una Lectio Divina en
cada equipo.
(Pueden escoger las citas de acuerdo al número
de equipos formados).
Isaías
12, 1- 6
Isaías
40,1-9
Isaías
49,1-13
Sofonías
3,14-18
Eclesiástico
1-20
Lucas 1,28-33
Lucas 10,1-9
Lucas 10,21-24
Juan 3,1-8
Juan
3,16-21
Juan 15,1-13
Juan
15,14-20
Juan 16,7-15
Juan 16,21-28
Hechos 2,1-8
Hechos 2, 41-47
Hechos 8,4-6
Hechos 13,46-52
Hechos 16,30-40.
Se leen y se
reflexionan
con los pasos de la Lectio Divina:
La Lectio Divina es una forma de
tener un encuentro con Dios a través de la Sagrada Escritura, y se hace
normalmente tomando un pasaje determinado de la Biblia para hacer la oración:
Paso
1. Leer: ¿Qué
dice el texto? En primer
lugar, se lee el texto. Al nivel más básico, uno se pregunta: ¿Qué sucede en
este pasaje del Evangelio? A veces, conviene usar un comentario bíblico o leer
la explicación de la propia Biblia para entender mejor el contexto.
Paso 2. Meditar: ¿Qué me
dice Dios a mí en este texto? En este punto, uno
ve si hay algo que Dios quiere darle a conocer en este pasaje. Casi siempre uno
puede relacionarlo con algún suceso o experiencia de su vida.
Saborear y escuchar uno se queda meditando sobre una
idea, una sola palabra o una frase que uno escoge del pasaje leído.
Paso 3. Orar: ¿Qué le quiero
decir yo a Dios sobre el texto? Después de meditar
en este pasaje, tal vez uno sienta temor por lo que cree que el Señor le pide
hacer, pero también uno puede sentirse animado por el ejemplo de la confianza
de Jesús.
Paso 4. Actuar: ¿Qué hacer
como resultado de la oración? Finalmente, uno
actúa. La oración debe movernos a actuar.
Preguntas para reflexionar:
¿Cada cuando me pongo, sin prisas, delante de la
presencia de Dios, sintiendo su mirada y viviendo de su mirada?
¿Cómo es, en este momento de mi vida, mi relación con
Dios?
¿A dónde y hacia quiénes dirigiré mi mirada, la mirada
de Dios, hoy?
(Se
pueden escribir los compromisos, para presentarlos como ofrenda en la
celebración final).
Cierre:
Cuaresma, un tiempo para confiarnos al sacramento de la Penitencia.
El Sacramento de la Confesión, nos limpia, nos
fortalece. En demasiadas ocasiones las excusas pasan por nuestra cabeza y desistimos
de la intención de confesar. Nuestros pensamientos,
palabras, mentiras, deudas, odio, rencor... es necesario ver este sacramento
como un momento de reconciliación con Dios Padre, que desde el amor más grande no puede hacer
otra cosa más que perdonarnos y empujarnos a mejorar nuestras vidas. Dios nos espera con los brazos abiertos y
hace fiesta cada vez que acudimos a Él con arrepentimiento y con ganas de ser
mejores hijos. Él debe ser el centro del acto sacramental. Y la gloria y el
amor a Dios han de contar más que nuestros pecados. Acudamos en esta cuaresma,
como preparación para la gran fiesta de la Resurrección a la confesión, en ella
nos espera Dios para salvarnos con su amor. En la confesión nos espera el mejor
de los médicos, el que sana los corazones y nos impulsa a vivir una vida nueva.
La confesión es la fiesta del amor, la bondad y misericordia de Dios.
Celebración: Presentar
los compromisos en una pequeña celebración.
Canto:
(Tiempo de Cuaresma)
SALMO 32 (31)
Perdonaste mi falta y mi pecado 32:1 De David. Poema.
Acción de gracias por el perdón obtenido
32:2 ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez!
Todos: ¡Feliz el que ha sido absuelto
de su pecado y liberado de su falta!
32:3 Mientras me quedé callado, mis huesos se consumían entre continuos lamentos,
R- ¡Feliz el que ha sido
absuelto de su pecado y liberado de su falta!
32:4 porque de día y de noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se secaba por los ardores del verano.
R- ¡Feliz el que ha sido
absuelto de su pecado y liberado de su falta!
32:5 Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!
R- ¡Feliz el que ha sido
absuelto de su pecado y liberado de su falta!
32:6 Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos.
R- ¡Feliz el que ha sido
absuelto de su pecado y liberado de su falta!
32:7 Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación.
R- ¡Feliz el que ha sido
absuelto de su pecado y liberado de su falta!
DESPEDIDA:
Agradecer su presencia e invitarlos a frecuentar el
Sacramento de la Confesión y la Eucaristía.
Y a continuar asistiendo a las celebraciones propias de este Tiempo
Litúrgico.
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